Me encantan las novelas de espías, las películas
también y las series si son buenas las disfruto mucho. He visto unas seis veces
Tinker Taylor Soldier Spy”, serie inglesa basada en la novela del mismo nombre,
que he leído tres veces, de John Le Carré. La película del mismo nombre en mi
casa no se llama así, después pasó a
llamarse ¿otra vez? y por último ¡otra vez! La continuación de la serie Smiley’s People
la he visto tres veces, es buena pero no tanto como su predecesora. Alec
Guiness fue un genio. La contención casi igualada por Gary Oldman en la
película es un prodigio de interpretación, además de trasladar en imágenes todo
lo que sugiere, e incluso no explica, Le Carré en la novela.
Tengo un
buen recuerdo de Reilly: Ace of Spies, pero sabemos los mecanismos de la
memoria no pudiendo evaluar con un mínimo de objetividad la mini serie, y más
cuando tenía doce años cuando le emitieron en TVE. Ha pasado demasiado tiempo.
No hace mucho vi la mini serie Cambridge Spies.
Pasable. Versa sobre la historia de Kim Philby y los cinco de Cambridge, aunque
en la serie pasan a ser cuatro. Le falta empaque, y sobre todo, capítulos. Como
primera aproximación a una de las historias increíbles del mundo del espionaje
no está mal, aunque algunos cambios en los sucesos que realmente pasaron
lastran demasiado para calificarla como buena.
El denominador común que tienen las cuatro series que
he mencionado es que son británicas.
Del otro lado del charco he visto siete de las ocho
temporadas de 24. Serie genial en algunos aspectos de la forma pero el guión es
demasiadas veces para estúpidos o encefalogramas planos. Terroristas que entran
en la Casa Blanca con una
facilidad inusitada, o en el centro antiterrorista por las alcantarillas, hacen
que me pregunte muchas veces como llegué a ver siete temporadas completas.
De
la que me queda un sabor agridulce es de Rubicón. Los primeros cinco capítulos
son una obra maestra, a la altura en cuanto a narración, aunque el estilo es
diferente, a las dos joyas de la corona de la narrativa televisiva: The Wire y
Los Sopranos. Sublime la estructura, en donde vamos sabiendo poco a poco las
motivaciones, los miedos, las búsquedas de unos personajes asfixiados en una
gran mentira de la que pocos conocen su existencia. A todo éso le añadimos el que para mí es el mejor personaje secundario que he visto nunca en una serie, Kyle Ingram, tenemos una obra maestra, casi Lo que explicaba la serie con
demasiada verosimilitud te hacía pensar como es que se habían siquiera
planteado hacer una serie así, además de un ritmo narrativo pausado no apto
para todo el mundo, mejor dicho, apto para muy poca gente. El anuncio de que no
habría segunda temporada hizo que a medida que llegaba su desenlace bajara
mucho su nivel, pero aún así estando muy por encima de la media.
Hoy he visto otro capítulo de la tercera temporada de
Homeland. No he podido terminarlo. No he caído como con 24. Una serie que
comenzó con los primeros capítulos de forma magistral hasta qué … lo de
siempre, o casi siempre, con las series americanas: quién está delante del
televisor es imbécil o peor, según los programadores, lamentablemente las
audiencias dicen los mismo, y no sólo al otro lado del charco, porque viendo
las series que tienen más audiencias en España podemos darnos una idea de cómo
funcionan las cosas. En resumidas cuentas, entrar en casa del jefe de la CIA,
sí, la CÍA, no la TÍA del superintendente Vicente, es algo que se puede hacer
con relativa facilidad y se presupones, ojo spoiler, o posible spoiler, el jefe
de la agencia de espionaje americana guarda material secreto en el ordenador de
su casa, sí, la misma a la que se puede entrar con relativa facilidad.
Viendo las alegrías de los guionistas en pos de un
suspense más anticuado que una máquina de escribir, en las que los sistemas de
seguridad parecen peores que los de Karla o Smiley te hacen preguntarte ¿por
qué son incapaces en mantener la lógica interna de la propia serie? En pleno
siglo XXI, la NSA es capaz de monitorizar la vida electrónica, y no tan
electrónica de millones de personas en el mundo aquí el director de la CIA se
entera de que su mujer le está pegando el salto cuando llega a su casa. Y hay
quién echa de menos su Homeland, aunque precisamente sean todas sus
incoherencias.